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LA REINA (Cuento de Ada Scaglia)

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«Avanzar es llegar lejos y el que llega lejos vuelve al lugar de origen». Tao Te King.

La reina está loca.
La locura consume sus horas, sus instantes, su vida. La reina se ha refugiado en su locura. Allí encuentra un abrigo tibio y suave como de algodones.
La reina vaga por el palacio, absorta en su túnica de gasas plateadas que flotan a la luz desvelada de la luna.
La reina recorre los jardines con los cabellos púrpura ondulantes y los pies descalzos.
La reina duerme entre jazmines siempre florecidos o entre macizos de flores atemporales, poseedoras de una especial sabiduría… la de mecerse en los atardeceres, o en las mañanas, o en los mediodías, cuando perciben que la reina las necesita y lo hacen con gentileza y en silencioso regocijo.
La reina no quiere preguntas, ni obligaciones, ni deberes, ni sandalias que opriman sus pies, ni protocolo, ni esposos, ni súbditos, ni recepciones, ni doncellas que la acicalen, ni lechos armoniosos de plumas delicadas, ni vasallos, ni reinos nuevos, ni tan siquiera súbditos nuevos, no quiere más tristezas, tampoco lágrimas que lastimen su sensibilidad, ni risas, ni saber que hay un mundo más allá del palacio. La reina no quiere saber de la enfermedad ni de la muerte. La reina vive un eterno presente.
La reina vaga sin preguntas ni respuestas y cuando quiere volar, solo extiende sus alas y lo hace.
Entonces es posible verla con las rosadas alas volando en las horas crepusculares, girando y girando, recortada su fina silueta en el cielo violáceo.
La reina danza y sonríe con los ojos semicerrados, desnuda en las frías madrugadas.
La reina está loca, murmuran sus súbditos.
¿Pero quién puede decidir que la suma de sus actos y decisiones es locura?

Ada Scaglia

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