SAAVEDRA CUMPLE. Lunes 27 de abril, 147 años, y mirala qué bonita.
«Saavedra es la reserva natural y otras cosas más de una ciudad que de ella pretende otra cosa. En sus entrañas los ángeles resisten, se juntan, confabulan y la defienden recurriendo a la memoria, hilvanando los recuerdos como escudo, su dignidad y la palabra “Saavedra” en sus estandartes».
Los
necios vienen a modernizarte
Barriendo
tu color bajo la alfombra,
Furtivos
podadores de las sombras,
Quieren
trozar tu silueta en varias partes.
Puede
que sea una exageración lo que muchas y muchos sentimos por Saavedra. Puede. También puede que haya algo que va más allá de la razón y del análisis, que poco tienen en cuenta a la infancia y a la memoria. Tampoco aquel momento del descubrimiento de parques y plazas que más grandes defendimos con nuestros cuerpos.
Puede
que sólo los aldeanos sepamos de los adoquines en nuestro cielo.
Que
nos cruce un arroyo no es un tema menor, es más difícil entubarlo que liberarlo. Tener seis murgas tampoco lo es, y al Polaco y a Platense tampoco, y los poetas que por las noches esquivamos las sombras con sus mitos y leyendas y las historias que a la alborada empezamos a descreer, y es ahí mismo donde inventamos otras. Puede, y tal vez sea cierto que tenemos una luna de Saavedra que es igual, pero distinta, y que escuchamos canciones que son nuestras y para nosotros. Puede que cueste estar lejos sin extrañar alguna de estas cosas que nombré anteriormente.
Este
“pueblito”, esta aldea, este barrio no se desdibuja a la distancia, crece, y si te vas te escribe para que un día de éstos te nos vuelvas para acá.
Puede.
Que en cada esquina se recuerden a unos tipos que están allí, sin cuestiones mortuarias, sin llantos, como si siempre volvieran. Ellos nos hacen el aguante sentados en el cordón de la vereda o en el mostrador, donde le lavan las patas al escabio, o simplemente yéndose del cielo a los andenes. Saavedra es la reserva natural y otras cosas más de una ciudad que de ella pretende otra cosa. En sus entrañas los ángeles resisten, se juntan, confabulan y la defienden recurriendo a la memoria, hilvanando los recuerdos como escudo, su dignidad y la palabra “Saavedra” en sus estandartes. Puede que sea cierto lo de las puertas del infierno de Marechal, o las de Cortázar, esas del ombú y la de la calle Vedia. Puede, pero hay otras, otras puertas que nunca abriremos y sólo nosotros sabemos dónde están. Las llamamos “las puertas del olvido”. Y nadie de Saavedra por lo menos, intentó abrirlas jamás.
SALUD
A TU COFRADÍA , BARRIO
Ernesto Garabato
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