«El arte más poderoso de la vida es hacer del dolor un talismán que cura, una mariposa que renace florecida en fiesta de colores”. Frida Khalo
El mundo parece haberse dado vuelta, ya nada es como era antes, la pandemia nos puso de cabeza sin darnos tiempo para pensar cómo habitar este nuevo tiempo que claramente marca un hito en nuestra historia. Cuando en marzo del año pasado comenzó a diseminarse el virus Covid 19 por el mundo, teníamos la esperanza de que en algún momento volveríamos a la “normalidad”. Pasaron los meses, los contagios que no bajaban, cada vez más personas fallecidas, nuevas políticas, nuevas medidas, más restricciones, cuarentenas más abiertas, más cerradas; la cuestión es que aquella “normalidad” pareció alejarse cada vez más y hoy el retorno a lo que era da la impresión de que nunca volverá.
Igual me pregunto. ¿De verdad queremos volver a lo que era el mundo antes de marzo del 2020? En lo personal, creo que mucho de lo que estaba sucediendo no estaba bueno. La vorágine en la que vivíamos estaba escalando a niveles desorbitantes, la contaminación ambiental sin freno, la brecha entre ricos y pobres cada vez más amplia, la solidaridad en lista de espera, el arte disputándose un espacio en una sociedad ganada por el mercado, el individualismo en el estrellato, y todo esto propio de una sociedad que no para, naturalizado, como si ese ritmo fuera parte de nuestra propia piel.
Pienso que como veníamos, no veníamos bien, la carrera hacia donde nadie sabía dónde, no parecía muy prometedora de un final feliz.
Y de golpe, el mundo pareció detenerse por la aparición de un virus que nos obligó a dejar de movernos hacia fuera, a detener la marcha, a vaciar agendas, a bajar mil cambios el ritmo de lo cotidiano. Todo lo que era de repente ya no fue más, la pandemia intercaló una página en blanco en el devenir del mundo.
El Covid 19 puso en jaque el modo en el que veníamos viviendo, y el mundo tuvo que rever muchas de sus formas de funcionamiento.
La pandemia puso un freno en el devenir de un sistema que tiene por naturaleza la misión de no detenerse. Nos obligó a cuestionarnos muchas creencias que teníamos naturalizadas y que de repente se convirtieron en tema de conversación, de golpe pasaron a ser relevantes, como por ejemplo, que el mundo es un solo y nos necesita unidxs, que solxs no llegamos a ningún lado, que para que una sociedad se cure de un virus necesitamos del aporte de todxs, sin excepciones, que el Covid 19 no entiende de clases sociales, que la salud es lo primero, que la inversión necesaria en políticas sanitarias tiene que ser prioridad en todos los países del mundo, porque nada existe si no tenemos salud.
La pandemia marcó el comienzo de algo nuevo, el cambio de vida se hizo evidente, el cambio ya no es la excepción, sino la regla. Se transformaron muchas cosas, el cuerpo y las emociones se hicieron sentir, nos dimos cuenta de que no podemos controlarlo todo solo desde la mente, el arte se hizo imprescindible para soportar la incertidumbre, la proyección en todos los dominios de la vida es más a corto plazo, la tecnología pudo con mucho pero no pudo evitar el avance precipitado y destructivo de un virus. Nos dimos cuenta de que el poder financiero y la evolución tecnológica no pudieron evitar la muerte de millones de personas en el mundo, como tampoco pudieron evitar las cuarentenas y el cierre de las fronteras.
“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. (Viktor E. Frankl)
Conciencia del cambio como regla
Hoy la vida está siendo diferente. En un mundo en constante cambio ¿hay algo que tenga la cualidad de ser para siempre? Habíamos naturalizado la creencia de que el mundo era de una manera y que así seguiría muchos muchos años más, y sin embargo, hoy somos protagonistas de una transformación mundial jamás vivida en cien cien años. Pero, el cambio que trae aparejado la pandemia ¿surgió de un día para otro? ¿O la pandemia es la consecuencia de pequeños cambios que se vienen dando en el mundo desde hace tantos años, en relación con el sistema económico, político, social y el cuidado del medio ambiente? Sería ingenuo creer que se trató de una transformación repentina. La pandemia es el resultado de una serie de acciones que se vienen dando en un período de tiempo, pequeños movimientos que van generando cambios más grandes.
El lugar del cambio en la vida cotidiana
Así como una pandemia generó un gran cambio en el planeta, en la vida cotidiana de cada persona también se dan muchos cambios, (algunos más pequeños, otros más relevantes) que pintamos con el color de la rutina, y no les damos relevancia. Sucede que estamos convencidxs de que el verdadero cambio no es la regla sino algo que sucede solo de vez en cuando. Como si la vida fuera una fotografía, como si la vida se jugara en un espacio de estabilidad y de inmutabilidad y fuera afectada solo de vez en cuando por cambios que surgen desde afuera, que nos desestabilizan. De esta manera la responsabilidad de las transformaciones son siempre externas, sin darnos la posibilidad de pensar que el cambio también puede comenzar dentro de uno mismo.
Muchas veces, creemos que vivir está más cerca de la rutina que del cambio, más cerca del control que de la incertidumbre. Y eso no está mal, dado que necesitamos certezas y orden para poder habitar la existencia, pero esto no quiere decir que la regla sea la estabilidad eterna. Aferrarnos a la idea de que nada tiene que cambiar nos vuelve rígidos, intolerantes y carentes de sueños, dado que para poder volar necesitamos más de las alas que de los pies en la tierra.
“Pies para qué los quiero si tengo alas para volar”. Frida Kahlo.
¿Dónde quedan los sueños si creemos que la vida es tenerlo todo controlado? ¿Cómo impactan en nuestra vida cotidiana los pensamientos que tenemos?
¿Cómo empezar de nuevo cuando sentimos que tantas cosas cambiaron?¿Cómo se modificaría la vida si asumiéramos el cambio como parte inherente de la existencia?
“Lo único constante es el cambio”, dijo Heráclito. Nadie es, todxs estamos siendo. Así como cambia el mundo, se transforma la naturaleza a cada segundo, también cambiamos las personas.
Es en el cambio donde nacen las posibilidades.
El cristal con el que miramos el mundo
Las palabras que digo y que me digo pintan mi realidad. Es en el lenguaje donde habita el sentido que tiene para cada persona todo lo que es parte de este mundo. Sucede que muchas veces creemos que la realidad es una sola, la misma para todas las personas, como si los anteojos con los que miráramos el mundo fueran exactamente los mismos para cada unx, sin distinguir cómo las experiencias personales, familiares y el contexto cultural, influyen en la mirada que tenemos acerca lo que nos rodea.
Estamos hechos de creencias, de pensamientos, que se materializan en forma de palabras, o en forma de colores con los que pintamos el mundo. También estamos hechos de experiencias que nos atraviesan el cuerpo y las emociones, y crean sentido a través de la percepción y de la intuición.
La palabra crea realidad. Todo lo que expresamos es una consecuencia de aquello que pensamos, que creemos, que sentimos. Nuestra realidad, claro que está formada por hechos que son concretos y objetivos para todas las personas, por ejemplo, la aparición de un virus llamado COVID 19, pero hay otra parte de esa realidad que habitamos que no tiene que ver con el afuera, sino que tiene que ver con la manera en la que cada persona interpreta todo aquello que sucede. La realidad no es una sola, ni la misma para todo el mundo. Depende del cristal con el que la miramos, y ese cristal es distinto en cada ser humano.
“Hay otra parte de esa realidad que habitamos que no tiene que ver con el afuera, sino que tiene que ver con la manera en la que cada persona interpreta todo aquello que sucede” .
El poder del pensamiento
El pensamiento tiene mucho más poder del que imaginamos, y la puerta de entrada para comenzar a usar ese poder a nuestro favor es el lenguaje, es comprender que en cada uno de nosotrxs existe la posibilidad de modificar aquello que queramos, empezando por identificar con qué palabras, con que expresiones convivimos. De qué manera nos referimos a lo que nos pasa, a lo que sucede alrededor, a nuestros deseos, a lo que soñamos, a lo que nos llena de paz y a lo nos llena de guerra.
¿Probaste alguna vez escribir tus sueños? ¿Probaste imaginar la vida que realmente te gustaría vivir?
Muchas veces no lo hacemos porque creemos que hay un destino, una energía, un mundo, una realidad, una persona, un pasado, lo que fuere, que nos impide pensar en aquello que quisiéramos para nuestra vida. O al menos, pensar en lo que queremos que cambie, como si el cambio dependiera exclusivamente de algún factor externo, de un permiso que debemos recibir de afuera para cambiar algo que solo tiene la posibilidad de nacer adentro.
“Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar”. Ernest Hemingway
La salida es hacia adentro
La pandemia nos obligó a estar más adentro de nuestras casas, para preservarnos de un afuera acechado por la muerte y el contagio. Y con todo lo que ese estar adentro significa como dificultad, desafío, complejidad en cuestiones familiares y/o económicas, también puede pensarse como una oportunidad para repensarnos, para revisar con qué pensamientos llenamos nuestra vida de sentido, de posibilidades o de imposibilidades.
Es verdad que no podemos cambiar situaciones concretas y objetivas que suceden en el afuera, es verdad que hay muchas cosas que no podemos modificar, pero lo que sí podemos cambiar es el modo en el que las miramos. Una cosa son los hechos y otra cosa es la interpretación que hacemos de los hechos, y eso depende de cada persona. La realidad no solo está compuesta de hechos, sino que además está compuesta por la significación que le damos a aquello que sucede. Es ese el espacio, el surco, por el que podemos comenzar para que algo cambie en favor de lo que queremos.
“Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”. Heráclito de Efeso
El cambio como constante
La idea de que la realidad es una sola es coherente con la creencia de que es inmutable, de que no se puede modificar y que no depende de nosotrxs. Esta mirada de la realidad aleja la posibilidad de cambio dado que como creemos eso nos acomodamos a la idea de que nos tenemos que adaptar a lo que suceda. Pero ¿qué pasaría si comprendieramos que gran parte de nuestra realidad sí depende de nosotrxs, y que el cambio es parte inherente del mundo, de las personas y de la vida?
Todas las personas tenemos la oportunidad de cambiar lo que queramos en función de lo que deseamos para nuestra vida.
“El cambio no solamente es necesario en la vida, es la vida misma”. Alvin Toffler
Dejar de poner la mirada afuera
El primer paso para crear nuestra propia realidad es identificar qué palabras nos decimos, cómo nos referimos a lo que nos sucede y a lo que queremos que suceda. Amigarnos con la idea del cambio como regla tiene varias ventajas.
La primera, es que si la realidad no es una sola quiere decir que podemos crear la realidad que mejor se alinee con nuestros sueños y proyectos.
La segunda es que si el cambio es una constante, tanto para el mundo como para las personas, quiere decir que ninguna situación limitante o perjudicial tiene la cualidad de ser para siempre.
Amigarnos con la idea de cambio nos hace más flexibles y versátiles, dado que partimos de la idea de que lo que es hoy puede no ser mañana.
Eso a su vez, nos guiará a forjar más y mejores recursos para acompañar cada transformación de la que seamos parte.
También, seremos conscientes de que invertir en nosotros mismos para tener herramientas que nos sumen para crecer, es una gran decisión.
“¿Quién les dio la verdad absoluta? Nada hay absoluto, todo cambia, todo se mueve, todo revoluciona, todo vuela y va”. Frida Khalo
El mundo cambió
Ya nada es para siempre,
Ni para el mundo ni para las personas.
El cambio es la regla, no la excepción.
En las personas está el poder,
En cada unx,
Crece la oportunidad más grande,
La de crear la propia realidad.
Con tiempo, con paciencia,
Con palabras, cuerpo y emoción.
Con todo lo propio que tengamos,
Nadie vino a comprar nuestros sueños,
Solo basta con creer en ellos para ser abundantes como la misma naturaleza.
Somos cambio, como la flor, el mar, la montaña,
Somos las palabras que nos decimos al despertar,
Somos protagonistas de cada sí, de cada no, de cada basta.
Elegimos un te amo, elegimos perdonar.
La realidad cambia en cada decisión,
El mundo es transformación,
Será afuera lo que es adentro de mí mismx.
Somos constructos, parte del todo que amanece y anochece cada día.
Somos el puente entre el hoy y el mañana,
Creer que la verdad está afuera nos somete,
Nos pone de rodillas ante el azaroso destino.
Creer que la realidad la crea uno mismx nos libera,
Nos proyecta, nos motiva.
La vida es una, y cuando la llenamos de colores propios aparece el protagonismo que merecemos.
“Reír nos hizo invencibles, no como los que siempre ganan, sino como aquellos que no se rinden”. Frida Khalo
La posibilidad de existir me quita la opción de rendirme. Seré lo que necesite ser para que mis sueños jueguen su único y mejor partido, el de la vida. Para detenerme tendré tiempo, de sobra, ese que jamás conoceré. Cada amanecer me entrega una hoja en blanco para escribir una palabra nueva, para sonreirle al brote de luz que vea primero, para agradecer que estoy, que estamos, que seguimos.
“No dejes que le dé sed al árbol del que eres sol”. Frida Khalo
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