En estos tiempos las dudas nos habitan más todavía que las certezas. Anda dando vueltas en el ámbito político la pregunta “¿cómo cambiarán las cosas el día después?”. Sólo por arriesgar una hipótesis descreo que algo cambie de un día para el otro. En todo caso confío que algún cambio se pueda producir por los hechos y las acciones que llevamos a cabo durante la cuarentena. Ese perro sigue ahí y nos está demostrando su rabia y su fatal crudeza.
Pero entre nosotros se han revalorizado palabras como “solidaridad”, “empatía”, “otredad”, se ha revalorizado el dar y el ofrecer por poco que tengamos, y queda más claro que si estuviéramos ellos y nosotros de acuerdo no habría política. La política nace de confrontar ideas, necesidades, puntos de vista sobre la vida misma, e intereses.
Viniéndonos al barrio he visto una intercomunicación de gente que no se conocía, o se conocía poco antes de la pandemia. Creo que no estaremos lejos de conformar de una vez por todas una mesa de instituciones, organizaciones sociales y políticas y emprendimientos autogestivos que pueda cubrir todo el barrio. Creo también que se ha entendido en la práctica qué cosa es la economía popular, y estoy convencido que es desde los barrios en donde podremos cambiar algunas reglas de juego, llevar las blancas y mover primero, como muchos están haciendo, juntarnos y poder exigir, en vez de pedir o rogar, nos hará más fuertes.
Nadie conoce el barrio como nosotros, nadie sabe cómo defenderse mejor de quienes nos quieran inocular el virus del individualismo. Todo es hipotético, pero sospecho que esta vez puede funcionar porque durante la cuarentena hay algo que está creciendo desde el pié.
En Facebook> Ernesto Garabato.
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