El Nawashi
Publicado tardíamente, en 1942 al cabo de numerosas vicisitudes, leyó Pierre en Google.
El libro que celosamente escondía su padre, el inalcanzable libro de su infancia, el de la mujer blanca como la porcelana atada en la tapa, “El arte del Shibari”. Sólo él sabía cual era el verdadero motivo de su viaje a Japón. La isla lo había fagocitado, toda su cultura lo cautivaba. Meses enteros viviendo con Yokimura Sensei, explorando el arte milenario de las cuerdas y sus nudos, el lenguaje de las ataduras.
No sabía como volver, no encontraba el camino de regreso. El pequeño cuarto que ocupaba hacía tiempo, olía a encierro húmedo y sudor rancio. Pierre pisaba la pequeña línea entre la realidad y la fantasía, entraba y salía teniendo en su boca el sabor salado del delirio, sintiendo la suave caricia de la demencia en su espalda, el ruido en su cabeza, los patrones de las sogas, los manojos de nudos sosteniendo el peso del cuerpo.
Pierre viste el kimono de su padre, prepara sus cuerdas, para la sesión de Shibari más larga de su vida.
Mariana Olea.
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