El caño bien hecho, bien tirado, se ve cada vez menos en las canchas, como tantas otras cosas de este fóbal que cobra en ventanilla. Esa expresión artística que genera aplausos y vergüenzas, que agranda al que lo hace y le deja la autoestima por el piso al que lo recibe, no es menor. A veces suele presentarse en bandeja, algún despatarrado que se te viene encima, el toque suave y listo. Pero la belleza radica en el que es armado con movimientos precisos, pisadas engañosas, hasta encontrar el momento justo en que la suela hace pasar la pelota entre las piernas apenas abiertas y se la va a buscar del otro lado. Allí se abre la cancha y unos segundos de gloria.
Un técnico una vez me dijo «pibe, tirà caños pero que sirvan». «Si salen siempre sirven», le contesté.
El caño no es un recurso más, lleva consigo cuestiones anímicas y hasta psicológicas, aunque aclaro que no es mi intención filosofar ante este hecho.
Cuando Diego saltó del banco para debutar en primera fue en la Paternal ante Talleres y tenía quince años. El técnico, Juan Carlos Montes lo llamó, estaba en el banco, y como única indicación le dijo «si podes tirà un caño». Y así fue, la primer pelota que tocó le hizo un caño a Cabrera, quien quedó en la inmortalidad. Ese caño se recuerda más que su primer gol.
Escribo todo esto para llegar a Jaru, mí nieto, que tiene dos años. Jugando con él, en el mismo patio donde me hice amigo y después amante de la pelota, donde los caños se los tiraba a las sillas, Jaru pateó y me hizo un caño. Mi compañera le dijo «le hiciste un caño al Neno (así me llama)», y el tipo empezó a gritar festejando «le hice un caño al Neno, le hice un caño al Neno». Si en casa hubiese un alambrado, se hubiera colgado. No creo que supiera bien de qué se trataba, pero sí pareció percibir que había hecho algo importante. Su primer festejo con la pelota no fue un gol, fue un caño. Cuando le pueda explicar o cuando pueda leer ésto, o cuando algún viejo sabio le diga a mi amorcito que en ésta vida siempre hay que estar dispuesto a tirarle un caño a la miseria humana solamente para bajarle los humos con alegría y belleza, entenderá de qué se trata.
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