Los números se congelan, si algo pasó en el dos mil veinte, siempre habrá pasado en el dos mil veinte, en un número de mes y en un número de día. Las estadísticas siempre serán las mismas, si se dice que un terreno tiene tantos metros cuadrados, los tendrá siempre. Para la estadística el Tuli irá a parar a alguna columna y casi no modificará los decimales. Por el número de DNU con fecha de marzo se podrá leer que los desalojos quedan absolutamente prohibidos hasta septiembre, pero siempre habrá un “pero” judicial que hasta puede querer invertir la carga de la prueba. Por ejemplo un fiscal que insinúe acusar a la familia de abandono de persona, cuando todos sabemos quiénes son los culpables de abandonar al Tuli.
Las palabras son más amplias, permiten más interpretaciones que los números. Con las palabras se puede mentir, decir una cosa y hacer otra, pero hay palabras que si van juntas demuestran algo, por ejemplo las palabras “desidia”, “negligencia”, “mentira”, “traición” e “indiferencia”. La indiferencia al ser humano se puede transformar rápidamente en el interés por los negocios. Al Tuli no le importaban los números. El Tuli mantuvo la casa de sus viejos tal cual estaba y dijo “yo no quiero nada” y la cuidó tal cual estaba. Cuando lo sacaron engañado del terreno de Melián y Vilela sólo dijo “me están matando en vida”, y vaya a saber qué cosa pensó el poco tiempo que pasó hasta morir.
El gobierno de la ciudad atenderá, como siempre, los números y las estadísticas frías y mentirosas.
En Saavedra la historia de lo que pasó será contada por nosotros y aparecerán los nombres de los culpables y hablará de la inocencia del Tuli en todo el sentido de la palabra. Y no dejaremos que se olvide al Tuli como víctima ni como persona, tal vez sin números ni estadísticas, pero sí con palabras.
ERNESTO GARABATO
Julio 2020.
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