El sombrerero de Besares
Era el enamorado de las cabezas decoradas. Apenas salía el sol sacaba a la vereda su butaquita de madera y se convertía en el saludador oficial de la esquina de Besares y Conesa.
Portaba una valija hecha de hojas de gomero en la que llevaba cientos de modelos de sombreros, diseños únicos ideados según el gusto de cada cliente. El sombrerero vestía siempre una boina gris que le había regalado su hija la noche anterior de traer al mundo a su nieta y de irse ella inesperadamente.
Diseñaba, armaba, cocía, y así nacían los sombreros más queridos en el barrio. Pero el hombre no hablaba, su voz se había hecho sombrero el día aquel que con una boina gris ella le dijo adiós.
Soledad G. Alemán
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